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Dios es amor.
Esa declaración no sólo refleja el sentimiento popular moderno. En realidad es una cita directa de la Palabra de Dios-1 Juan 4:8, para ser precisos. Pero, ¿en qué sentido es verdadera?
Hay muchas maneras de malinterpretar el significado de Juan. De hecho, 1 Juan 4:8 parece ser un favorito particular de los sectaristas. Toda clase de sectas falsas, desde la Ciencia Cristiana hasta los Hijos de Dios, han aplicado erróneamente este versículo para apoyar nociones salvajemente heréticas: las primeras lo usan para describir «a Dios como Principio divino, Amor, en vez de personalidad» [1]; y las segundas lo usan para justificar la promiscuidad sexual. Es importante que comprendamos y rechacemos no sólo esas doctrinas, sino también las falsas ideas en las que se basan, para que no nos desviemos en nuestro propio pensamiento.
En primer lugar, la expresión «Dios es amor» no pretende despersonalizar a Dios ni representarlo como una fuerza, una sensación, un principio o algún tipo de energía cósmica. Es un ser personal con todos los atributos de la personalidad -volición, sentimiento e intelecto. De hecho, lo que el apóstol está diciendo es que el amor de Dios es la expresión más elevada de Su persona. Por lo tanto, usar este texto para intentar despersonalizar a Dios es hacer una gran violencia al claro significado de la Escritura. Tal interpretación en realidad le da la vuelta a este texto.
Segundo, este versículo de ninguna manera identifica a Dios con todo lo que nuestra sociedad etiqueta como amor. Gordon Clark escribió, «Juan no está diciendo que todo tipo de emociones llamadas amor son de Dios. El romanticismo de Goethe, y mucho más el actual libertinaje sexual, no son de Dios». En efecto, quien cita este versículo para intentar legitimar las formas ilícitas de «amor» se aleja lo más posible de la intención del apóstol. El amor del que habla es un amor puro y santo, coherente con todos los atributos divinos.
Tercero, esto no pretende ser una definición de Dios o un resumen de sus atributos. El amor divino no minimiza o anula de ninguna manera los otros atributos de Dios: Su omnisciencia, Su omnipotencia, Su omnipresencia, Su inmutabilidad, Su señorío, Su justicia, Su ira contra el pecado, o cualquiera de Sus gloriosas perfecciones. Niegue cualquiera de ellas, y habrá negado al Dios de la Escritura.
Ciertamente hay más en Dios que el amor. Expresiones similares en otras partes de la Escritura lo demuestran. Por ejemplo, el mismo apóstol que escribió estas palabras también escribió: «Dios es espíritu» (Juan 4:24). Las Escrituras también dicen: «Dios es fuego consumidor» (Deuteronomio 4:24; Hebreos 12:29). Y el Salmo 7:11 dice: “Dios es juez justo, y un Dios que se indigna cada día contra el impío.” La simple afirmación «Dios es amor» obviamente no transmite todo lo que se puede saber sobre Dios. Sabemos por las Escrituras que Él también es santo y justo y fiel a Su Palabra. El amor de Dios no contradice Su santidad; en cambio, la complementa y la magnifica y le da su significado más profundo. Así que no podemos aislar esta frase del resto de la Escritura y tratar de hacer que el amor represente la suma de lo que sabemos acerca de Dios.
Observe, por cierto, que esta frase «Dios es amor» no es ni siquiera la única declaración de este tipo en la primera epístola de Juan. En la introducción de la epístola, al principio, Juan dio esta breve declaración del mensaje que quería declarar: «Dios es luz, y en Él no hay tiniebla alguna.» (1 Juan 1:5, énfasis añadido). Cuando el apóstol dice: «Dios es luz», abarca varias ideas, incluyendo la santidad, la verdad y el esplendor divino. Por lo tanto, al leer esta epístola, recuerde que estas dos declaraciones, «Dios es luz» y «Dios es amor», deben mantenerse en equilibrio en todo momento. Dios es amor, pero habiendo dicho esto, no hemos dicho todo lo que es verdad sobre Dios.
No obstante, no nos atrevemos a minimizar la fuerza de este texto crucial. Al decir «Dios es amor», el apóstol está haciendo una declaración muy fuerte sobre el carácter y la esencia de Dios. El amor es la naturaleza misma de Dios; el amor impregna lo que Él es. O, como ha escrito John Stott, «Dios es amor en lo más íntimo de su ser». Stott llama a la declaración del apóstol de que Dios es amor «la más completa y sublime de todas las afirmaciones bíblicas sobre el ser de Dios». [5]
Esta declaración, «Dios es amor», es tan profunda que nada menos que Agustín la vio como una evidencia importante para la doctrina de la Trinidad. Si Dios es amor-es decir, si el amor es intrínseco a Su misma naturaleza-entonces Él siempre ha amado, incluso desde la eternidad pasada, antes de que hubiera cualquier objeto creado para Su amor. Agustín sugirió que este amor debe haber existido entre las personas de la Trinidad, con el Padre amando al Hijo, y así sucesivamente. Así que según Agustín, el hecho mismo de que Dios es amor corrobora la doctrina de la Trinidad.
Claramente el amor que este texto describe es una realidad eterna. Fluye de la naturaleza misma de Dios y no es una respuesta a nada fuera de la persona de Dios. El apóstol no dice, «Dios es amoroso«, como si estuviera hablando de uno de los muchos atributos divinos, sino «Dios es amor«, como si dijera que el amor impregna e influye en todos sus atributos.
Por ejemplo, sabemos que Dios es santo, «santo, inocente, inmaculado, apartado de los pecadores y exaltado más allá de los cielos» (Hebreos 7:26). Como un ser santo, Él sería perfectamente justo para ver a todos los pecadores con el mayor desprecio. Pero la suya es una santidad amorosa que alcanza a los pecadores con la salvación para ellos-la antítesis de la indiferencia o el distanciamiento.
El amor seguramente templa incluso los juicios de Dios. ¡Qué maravilla es que Aquel que es un fuego consumidor, Aquel que es luz inabordable, sea también la personificación del amor! Él pospone Sus juicios contra el pecado mientras suplica a los pecadores que se arrepientan. Él ofrece libremente misericordia a todos los que se arrepienten. Él muestra paciencia y bondad incluso a muchos que tienen sus corazones endurecidos contra Él. El amor divino no sólo mantiene controlada la ira divina mientras Dios apela al pecador, sino que también demuestra que Dios es justo cuando finalmente condena.
Y aun cuando condena, «Dios es amor». Por lo tanto, nuestro Dios se muestra no solo glorioso sino también bueno; no solo inmaculado, sino también maravillosamente compasivo; no solo justo, sino también un Dios de amor incomparable. Y ese amor emana de Su misma esencia.